Sus protuberantes caderas, sus voluptuosos senos y una figura escultural hacen que Nicole(*), una joven santandereana de 22 años de edad, no pase desapercibida cuando camina por las calles de la capital colombiana.
Cualquier hombre pensaría que detrás de los hermosos ojos color café y de sus sensuales labios, que invitan al deseo, se esconde una modelo que podría desfilar sin ningún problema por las pasarelas más famosas del mundo de la moda.
Sin embargo, oculto en esta despampanante mujer, se esconde una historia de pobreza y problemas económicos que ni siquiera le permitieron terminar sus estudios superiores y mucho menos ser la portada de alguna revista famosa.
Nicole llegó a esta ciudad sola hace 7 años y empezó a estudiar una carrera, que no pudo terminar por problemas económicos.
Cuando todo parecía no tener salida, se encontró con un aviso en un periódico donde se solicitaba mujeres para trabajar en videochat prometiendo unos excelentes ingresos.
Acosada por la falta de trabajo y por la falta de apoyo de su familia, decidió ir a ver cuál era el tipo de trabajo que le estaban ofreciendo.
Con los nervios de punta por la falta de experiencia y porque sabía a lo que se le estaba midiendo, decidió acudir a la entrevista.
La primera prueba que le tocó hacer fue desnudarse delante de un grupo de personas quienes calificaron y dieron su parecer positivo.
Los primeros días de su trabajo fueron difíciles, por una parte, Nicole no dominaba plenamente el inglés (idioma hablado por la mayor parte de sus clientes) y por la otra, la falta de experiencia le hacía “cometer torpezas”. La única ventaja era que estaba en la categoría de novatas por lo que le eran permitidos un cierto número de errores.
Los días pasaron y Nicole trataba de adaptarse a su nueva realidad pero era difícil. Los cosas que le pedían los clientes muchas veces no las sabía hacer y en otras no las quería hacer. Sin embargo, todo cambió cuando recibió su primer pago.
Con el paso de los días fue aprendiendo cada vez más el “arte” de seducir y complacer a sus numerosos clientes hambrientos de placer y de pasiones insólitas. No podía comprender cómo una persona le pagara para hacer cosas tan aparentemente absurdas como pedirle que se riera durante 15 minutos, que se hiciera cosquillas, que estornudara, que durmiera, que orinara en el piso, o para que defecara, etc.
Los meses fueron pasando y una cámara web, un computador conectado a Internet, una habitación con una cama y un sinnúmero de juguetes eróticos se fueron convirtiendo en su forma habitual de trabajo. Aprendió a manejar sus clientes al punto que ya varios de ellos afirman estar enamorados de ella.
Su timidez, su recato y su pudor se fueron haciendo a un lado para darle cabida a las más intensas pasiones que asegura ha vivido en esos tres años de trabajo.
Ahora se ha convertido en la persona que da consejos a sus compañeras, la que les dice qué tienen que hacer y cómo lo deben hacer. Les enseñó los “trucos” para engañar a los clientes cuando les piden cosas demasiado difíciles de hacer como por ejemplo orinar y tener que tomarse la orina. Ella afirma que en este caso se tienen preparadas dos tasas una con un refresco y cuando se orina se hace el cambio rápidamente para que el cliente no lo note.
Hoy Nicole está contenta con su trabajo y sus problemas económicos se han quedado atrás. Tiene un negocio de hamburguesas, que atiende cuando no trabaja, en un reconocido lugar de Bogotá y además ya compró su propio apartamento en el norte de la ciudad.
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